La luna es el marco perfecto de lo sueños, pero más aún si ese marco que guarda es el de un amor que nunca deberá ser… esa luna que va guardándose entre nubes porque una tormenta se aproxima desde la distancia…
Dos almas guardadas en cuerpos perfectos, cabezas con sólo razones, y corazones fríos que calculan hasta el gramo de sentimiento que deben dar. Así son para el mundo, sólo eso ven quienes los rodean en sus mundos individuales. Él sostiene a una mujer que nada sabe del amor y mucho menos del corazón, para la cual ése es sólo un órgano que bombea la sangre para que su mente y cuerpo funcionen. Ella sostiene a otro ser que sólo ve en ella la posesión más valiosa que haya conseguido en su vida, y a la cual guarda cual prisionera en un abrazo asfixiante de dolor y egoísmo…
Pero esta noche todo ha cambiado, el ser frío y el asfixiante se han quedado en sus guaridas, y ellos tan sólo se han dejado llevar por los encantos del sentir.
La lluvia es intensa, ella maneja presurosa hasta la ciudad en donde él la espera, el llegó temprano en la tarde para preparar todo. La cabaña es acogedora, cuenta apenas con una sala pequeña en donde hay una chimenea encendida, una alfombra bien mullida, y unos sofás tapizado con piel, un dormitorio rústico con una manta liviana, unas lámparas de tenue luz y un televisor sostenido de la pared, y muchos espejos que le dan mas tamaño al cuarto, un baño con hidromasaje, rodeados de velas y esencias que invitan a amar, y más espejos, una cocina chiquita, con un desayunador y dos banquetas, los utensilios necesarios y una pequeña heladera con freezzer.
Ella respira hondo sin sentir que el aire la golpea en lo profundo y él ha pasado cuatro horas sin encender un cigarrillo. Ambos miran para encontrarse, y al final lo hacen, el corre hacia ella con una campera de abrigo para guarecerla de la lluvia, ella baja sin prisa y el abrazo es eterno al igual que el beso, tanto que desisten del abrigo y dejan que la lluvia los moje como hace años no lo hace y sacan del baúl su maleta. Ese abrazo eterno es su alimento en toda la noche, más una botella de champagne. Afuera la lluvia los invita que quedarse, y los rayos iluminan el cuarto como acompañando la luminosidad del éxtasis de amor… En los dos días de amor, sólo han tenido tiempo para amarse, leer y reír… Ella respira despacio sin prisa, sin opresión, él sonríe sin precio y con amor…
Dos almas guardadas en cuerpos perfectos, cabezas con sólo razones, y corazones fríos que calculan hasta el gramo de sentimiento que deben dar. Así son para el mundo, sólo eso ven quienes los rodean en sus mundos individuales. Él sostiene a una mujer que nada sabe del amor y mucho menos del corazón, para la cual ése es sólo un órgano que bombea la sangre para que su mente y cuerpo funcionen. Ella sostiene a otro ser que sólo ve en ella la posesión más valiosa que haya conseguido en su vida, y a la cual guarda cual prisionera en un abrazo asfixiante de dolor y egoísmo…
Pero esta noche todo ha cambiado, el ser frío y el asfixiante se han quedado en sus guaridas, y ellos tan sólo se han dejado llevar por los encantos del sentir.
La lluvia es intensa, ella maneja presurosa hasta la ciudad en donde él la espera, el llegó temprano en la tarde para preparar todo. La cabaña es acogedora, cuenta apenas con una sala pequeña en donde hay una chimenea encendida, una alfombra bien mullida, y unos sofás tapizado con piel, un dormitorio rústico con una manta liviana, unas lámparas de tenue luz y un televisor sostenido de la pared, y muchos espejos que le dan mas tamaño al cuarto, un baño con hidromasaje, rodeados de velas y esencias que invitan a amar, y más espejos, una cocina chiquita, con un desayunador y dos banquetas, los utensilios necesarios y una pequeña heladera con freezzer.
Ella respira hondo sin sentir que el aire la golpea en lo profundo y él ha pasado cuatro horas sin encender un cigarrillo. Ambos miran para encontrarse, y al final lo hacen, el corre hacia ella con una campera de abrigo para guarecerla de la lluvia, ella baja sin prisa y el abrazo es eterno al igual que el beso, tanto que desisten del abrigo y dejan que la lluvia los moje como hace años no lo hace y sacan del baúl su maleta. Ese abrazo eterno es su alimento en toda la noche, más una botella de champagne. Afuera la lluvia los invita que quedarse, y los rayos iluminan el cuarto como acompañando la luminosidad del éxtasis de amor… En los dos días de amor, sólo han tenido tiempo para amarse, leer y reír… Ella respira despacio sin prisa, sin opresión, él sonríe sin precio y con amor…