La
escritora tiene pocos límites...
Pues
ella sabe de calles que se cruzan en la noche,
Sin
temor de encontrar eso soñado.
De
lugares que desnudan hasta su alma...
De
perfumes que embriaga hasta la pérdida total de su cordura acorazada.
Del
besarse en plena calle y ante todos
Como
niña que ha encontrado al primer novio.
De
jugar a las cartas para perder besos por millones
En
pos de pagarlos hasta el infinito.
De
despertar en la noche sólo para mirar en penumbras
El
rostro sereno de ese ser al que ama de todas formas...
De
llamar en la mañana a su hermoso caballero porque sabe
Que
ha caído en los brazos de Morfeo más de la cuenta.
De
buscar noches y días en su memoria retraída cada gesto
Cada
rasgo, cada suspiro para no olvidarlo para olvidarse.
De
noches de lecturas infinitas, debatiendo sobre el pensamiento
De
algún escritor o filósofo profundo...
De
hacer el amor a cada instante para lograr fundir el alma
Más
que el cuerpo en su amado...
De
no cansarse jamás de mirarse en la mirada del amor
Que
le ha sido regalado...
De
guardar en cada célula el sentido de poseerlo aun
En
la distancia...
La
escritora no teme remontar vuelo en proyectos de futuro.
No
teme alcanzar el alba en los brazos de su amado...
Correr
de la mano, de ésa mano a la que extraña.
Pero
la mujer sigue el protocolo de lo mundano.
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