Todo orquestado ya y a punto de comenzar el día. Se levanta cual
un rayo, entre su ducha y sus mates, enciende el cigarrillo... Descalzo, se
dirige a su escritorio, enciende su computadora y comienza su labor. Debe resolver lo de las
inversiones, si viajará o no a ver a su amante, si firmará el contrato para su
nuevo libro o si, simplemente, se divertirá a la pesca de alguna ingenua
visitadora de chats.
El mail es concreto: no te veré más, estar a
tu lado sólo me ha traído dolor y más desamparo del que tenía antes, gracias
por todo. Pero este es mí adiós. De pronto su cara tan cruda y fría, se
desencaja y su mirada de seguridad imperante, se borra, queda sólo la mirada
extraviada de un hombre que acaba de perderlo todo. Camina de un lado al otro
de la sala, sin encontrar respuestas, eso no puede ser. Cómo puede perderla, cómo si ella lo ama.
Él sabe de las noches en velas de ella, a la espera de su amor, esto es un mal
sueño, esto no puede estar pasándole a él. Él las dejaba, no ellas a él. Ese lugar
nunca fue suyo, como es posible, sentir tal desazón. El corazón se le sale del
pecho de dolor, de desconsuelo... ¿Qué hará ahora?
El día transcurre entre el ajetreo de las
inversiones, el trabajo rural, su libro, su deberes maritales, y de padre... y
el dolor de un amante lacerado.
Llega la noche, tan clara y brillante que parece burlarse de
él. Toma coraje y marca su número. Ella lo atiende y le dice: ya es tarde para
hablar, el tiempo lo esfumó todo, la
espera se acabó, ya no más mentiras, sigue tu vida, ya encontrarás otra ingenua
con quien pasarla bien. El nudo en su garganta sólo le permite decir, es verdad
siempre fue así, pero a ti te amo, te amo de verdad, maldita seas. Y cortó. Ella
quedo con el tubo de teléfono en la mano y no comprendió nada, cómo él que
hace más de cinco meses que no me ve, puede decirme que me ama... es un necio.
Colgó el tubo y se acostó a dormir, más tranquila que nunca en muchos meses.
Sabiendo que su dolor se había terminado. Y que de ahora en más, no esperará a
nadie en esta vida. Continúa su vida de
esposa, madre, y su profesión con más fuerzas que nunca. Guardando el gran amor
de su vida, en el rincón más profundo de su alma.
Él en cambio comienza el tormentoso camino de saber que ama a esa
mujer más que a nada en la tierra y que
es muy poco lo que puede hacer para recuperarla. Además están sus hijos, su
esposa, sus obligaciones. Cómo hará para
recuperar el amor, que hizo durante
estos cinco últimos años que todo
pudiera seguir.
La mañana lo encuentra junto a la noche y con
sus ojos verdes claros clavados en el techo, mirando sin ver el giro de aquel
ventilador de madera caoba oscura y en su mano el cigarrillo número un millón,
ya que fueron muchos los de la noche. Sin dudarlo se levanta (como siempre a las
cinco de la mañana) y organiza el viaje a Buenos Aires. Ya le inventará alguna
excusa a su esposa, sólo debe juntar coraje para ir y enfrentar a esa mujer de
una vez y mirándola a los ojos decirle que la ama cada día más, que sin ella su vida ya no tiene más luz, que ella es quien ilumina todo, con sus sonrisas, con sus
cuidados desde la distancia, con sus te amo de cada mañana en el e-mail. Es ella
la musa inspiradora de sus libros. Y lo
hace. Viaja raudamente desde su estancia hasta los ciento setenta kilómetros,
que lo separan de Buenos Aires... El viaje le parece más largo que nunca y sus
cigarrillos no dejan de encenderse en todo el trayecto... Llega se hospeda
donde siempre... Y la llama, concierta una cita a la cual ella asiste...
La espera en el bar de siempre, mirando cada ser parecido a ella, con el
corazón que se le escapaba por la boca, debido a su ansiedad. Hasta que por fin
cruza la puerta, está bellísima, con un vestido que resaltaba su figura y con
el pelo más brillante que nunca. Su rostro luce perfecto, aunque su mirada se
esconde tras los anteojos de sol...
Toma asiento, lo saluda con un:- disculpa la
demora, el transito está infernal... El intenta tomarle la mano cuando ella las
apoya sobre la mesa (luego de dejar sobre el respaldo de una silla la cartera)
pero ella de inmediato la retira y el dolor le cruza el corazón… Y él enseguida le dijo: qué te pasó princesa, Por
qué tomas esta decisión
Se
quito los lentes y con una mirada roja, por el llanto, le dice: No puedo más, el
dolor me ganó, no puedo esperarte toda la vida, no soporto pensar que cada vez
que atiendo el teléfono al fin escucharé tu voz, o cuando abra el MSN allí
estarás... No puedo, debo dejarte ir para poder vivir. Podemos ser amigos, encontrarnos cuando
quieras tomar un café y charlar, pero esta pareja no va más. El respira y le
dice que le dé una sola oportunidad para poder arreglar esto, que él se ocupará de estar presente en su vida, que
dejará su egocentrismo de lado y dejará de intentar conquistar a todo lo que se
parezca a una mujer... Ella lo deja terminar, y le dice: sólo puedo ser tu
amiga o nada de ahora en adelante, piénsalo, ahora debo irme, toma su cartera,
deja el dinero para pagar el café que toma durante la charla y se va. Él se
queda perplejo y no puede reaccionar... Termina su jugo, y se dirige a
su apart hotel, se acuesta y piensa mucho... por la noche la llama y acepta su
propuesta, el sólo hecho de volverla a ver, hace que desista de conquistarla nuevamente
como mujer. Ella toma con alegría su decisión
y cada vez que ahora se encuentran lo hacen en el bar de siempre, ella le lleva un regalo, él
otro, comparten un café. Muchas veces leen libros juntos y luego charlan sobre ellos. Aunque en el
corazón de él, aún está el espíritu de volver a conquistarla como mujer y en el
de ella está el alivio de saber que sólo una amistad la aleja del dolor de amar
a ese hombre como lo hace.
MERCEDES RAQUEL ENRIQUE
BUENOS AIRES - 2005
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