miércoles, 24 de junio de 2009

EL SEÑOR DEL MOULIN ROUGE...

Sin dudas ser la más bellas de las artistas que se presenta cada noche, no trajo todo el éxito deseado, al menos en lo que ha amor se refiere.
Nadine era apenas una jóven de veintisiete años, de una piel extremadamente blanca y un cabello largo y rizado, de un color cobrizo brillante, con los ojos más azules que se hayan podido apreciar en alguien, y la voz más dulce de la región. Cantaba cada noche con el corazón abierto en cada nota y con la claridad de quien canta sintiendo lo que canta, y entregando en armonía… su alma, su sangre, su ser. Al terminar su función, miraba hacia el palco que se encontraba a su izquierda, si él se encontraba allí, ella brillaba más aún en sus encantos, pero cuando esto no sucedía, ella tomaba su capa y se cubría hasta el rostro para que nadie interrumpiera su paso hasta el camerino… El dolor se ocultaba tras el maquillaje, y el vacío se ahondaba en su pecho.
Pero cuando él se encontraba... volaba del escenario y estaba parada a su lado antes de diez minutos, simplemente se levantaba sin saludarla y ambos se dirigían caminando uno detrás del otro hasta el auto que los esperaba fuera del recinto como si fueran desconocidos, miraba hacia todos lados y entraba después de ella en el automóvil, allí recién le tomaba la mano, y ella se sentía morir un poquito, hablaban de lo bien de su actuación, de lo bella que cada día estaba, eso le daba mucha ilusión. Bajaban en un hotel, entraban a carrera, siempre era uno distinto. Él le hacia el amor sin media alguna y ella sólo lo abrazaba contra si, para no olvidar el sentirlo, al cabo de dos horas ambos se vestían bajo la promesa de verse pronto, su amado la dejaba en una calle cualquiera y partía a su verdadero rumbo. Ella sólo se quedaba con un nombre ficticio, sin teléfono ni dirección en vista. Y tan sólo esperaba que un día vuelva a sus brazos… Nunca nadie supo de ese amor, sólo ella y su sombra.

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