Lo esencial es invisible a los ojos nos dijo Saint Exupery mediante su personaje principal en su libro “El Principito”. Sin embargo entre los tiempos y las emociones que hoy vivimos queda tan poco tiempo para ocuparnos de ver todo aquello que nos es invisible ante la mirada. La apariencia pasó a ser el único objetivo a seguir, debemos ser jóvenes eternos, exitosos crónicos, amigos del que algo nos da… Lo del principito fue una hermosa frase, sólo eso dirían los practicantes de tanta modernidad…
Fue así que esa tarde de otoño donde las hojas amarillas todo lo cubren, la encontró caminando con ese hombre que la llevada de su cintura tomada, y charlando de los encuentros fortuitos de las almas desoladas. Sin dudas sus profesiones eran opuestas pero la literatura y la sensibilidad de ambos los había conectado como sólo unos seres afortunados pueden conectar, porque han sido elegidos antes de que la razón impere, y mucho antes de que esas miradas se crucen siquiera… El calor del uno anida en el otro, y el vacio casi ni se nota cuando el otro parte porque ese calor ha entrado en lo profundo del alma cubriéndola del sabor de la presencia más allá de lo corpóreo…Por qué había elegido a ese hombre y no otro, se preguntaba, esa tarde que lo conoció con la excusa de debatir ideas, por qué su mirada le resultaba tan familiar si era la primera oportunidad en que lo veía, por qué su necesidad de escucharlo y seguir a su lado se le hacía necesario… Y allí supo que todo lo que veía no alcanzaba para darle las respuestas necesarias a su inteligencia lógica, pues su inteligencia emocional se la respondería cuando al pasar del tiempo se le sumara el primer beso en donde ella ya lo sintió suyo.
Supo desde entonces que no hay respuestas para lo que no vemos, pues el sentir a veces supera cualquier otro sentido, y la razón no puede dar más respuestas que la simple visión de lo que encuentra a sus pies, sin embargo si ahondamos en el alma, en el corazón, en la piel, ella nos dará la más simple de las respuestas, el enamorado siempre ve más allá de lo que sus ojos ven…
Fue así que esa tarde de otoño donde las hojas amarillas todo lo cubren, la encontró caminando con ese hombre que la llevada de su cintura tomada, y charlando de los encuentros fortuitos de las almas desoladas. Sin dudas sus profesiones eran opuestas pero la literatura y la sensibilidad de ambos los había conectado como sólo unos seres afortunados pueden conectar, porque han sido elegidos antes de que la razón impere, y mucho antes de que esas miradas se crucen siquiera… El calor del uno anida en el otro, y el vacio casi ni se nota cuando el otro parte porque ese calor ha entrado en lo profundo del alma cubriéndola del sabor de la presencia más allá de lo corpóreo…Por qué había elegido a ese hombre y no otro, se preguntaba, esa tarde que lo conoció con la excusa de debatir ideas, por qué su mirada le resultaba tan familiar si era la primera oportunidad en que lo veía, por qué su necesidad de escucharlo y seguir a su lado se le hacía necesario… Y allí supo que todo lo que veía no alcanzaba para darle las respuestas necesarias a su inteligencia lógica, pues su inteligencia emocional se la respondería cuando al pasar del tiempo se le sumara el primer beso en donde ella ya lo sintió suyo.
Supo desde entonces que no hay respuestas para lo que no vemos, pues el sentir a veces supera cualquier otro sentido, y la razón no puede dar más respuestas que la simple visión de lo que encuentra a sus pies, sin embargo si ahondamos en el alma, en el corazón, en la piel, ella nos dará la más simple de las respuestas, el enamorado siempre ve más allá de lo que sus ojos ven…
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