La tarde fue llegando y en Villa Cimera corrió como reguero de pólvora, la noticia de la muerte del guía. Los comentarios eran muchos, y entre ellos culpaban al forastero de haberlo matado y encima robarle todas sus pertenencias. Otros acusaban a la alemana seguro que con el tamaño que tenía podía haber matado al guía al menor golpe. Sin embargo las voces más contemplativas hablaban de la enfermedad del guía que le había jugado una mala pasada, poco menos de dos meses atrás había estado internado en coma por su enfermedad, y a pesar de las advertencias poco cuidado ponía en su salud, sólo unos cuantos sabían de su diabetes, y si bien le habían pedido que informe a los turistas de su situación por si pasaba algo, el negaba su enfermedad todo el tiempo.
En la noche el Dr. Montes comenzó a trabajar en el cuerpo, su calva cabeza se mantuvo bajo la luz de aquel reflector y las lupas, mientras sujetaba sus antejos, que tenían una pata atada con cinta adhesiva blanca, el único golpe que encontró era en su pómulo derecho y sin duda alguna ese golpe era producto del desvanecimiento, todo lo demás daba cuenta de un episodio de su enfermedad que lo llevo a la muerte, lo del dedo faltante no tenía explicación, pues aparentaba estar cortado con un elemente de filo preciso, y no encontraron el mismo en los alrededores, pero la sorpresa fue que en el cuerpo encontró una tercera huella digital, si bien la del vecino René y de la turista alemana era de esperar que estuvieran allí, la tercera huella a quién pertenecería. Su informe culminó entrada la madrugada y esa tercera huella sin dudas daría luz sobre los hechos del robo y el dedo cortado.En la mañana se dirigió a la comisaría donde se encontraba demorado René, pues hasta el momento era el único posible asesino, según el comisario lo había encontrado con las manos en la masa, pero todos sabían que el pobre comisario quería un poco de acción. De hecho de un asesinato le daba un poco de sal a su aburrida vida y si bien René era un buen hombre, no dejaba de ser el forastero del pueblo al que se le indilgaba todo tipo de cosas… El médico lo saludo muy gentilmente y el comisario le ofreció una taza de café recién hecho, charlaron como dos horas, y le explico que no hubo asesinato, que la muerte fue por la diabetes, y que lo del dedo sucedió cuando la víctima ya se encontraba muerta, que el pobre René poco tenía que ver con el deceso, también le comentó lo de la aparición de una tercera huella que sin dudas sería del ladrón de las pertenencias. A lo que el comisario agregó, seguro fue quien además le cortó el dedo a la víctima
René salió de la comisaría no sin antes tomar una taza de café junto al médico y al comisario. Y partió para su casa. Ahora el comisario tenía con que entretenerse debía averiguar de quien era esa tercer huella encontrada, y podría atrapar al ladrón. Se paró frente a la puerta de la comisaría, se subió sus pantalones y acomodo su cinto que apenas alcanzaba a cubrir el gran contorno de su cintura, su prominente estómago le impedía mantener sus pantalones en alto, sé dio palmadas en su panza, respiró hondo y entro a su oficina para comunicarse con el juez de paz, él era el único que tenía las huellas de los ciudadanos de Villa Cimera.
Desde la ventana observaba Juana Hidalgo la viuda del pueblo, una mujer de unos setenta años, quien al perder a su esposo en un inexplicable accidente había extraviado su poca cordura, pero a pesar de ella, sabía perfectamente quien se quedaba con los abrigos ajenos. Una noche sintió ruido en su granero en plena madrugada, se dirigió hasta el lugar, cuando vio a Nélida la tonta del pueblo quitarle la piel a un cordero que esa tarde había muerto y que no se pudo enterrar porque el peón se encontraba en la ciudad vecina en busca de mejores forrajes para los animales y recién volvería a la mañana siguiente. Para el pueblo fue la viuda quien le quito la piel al animal en un rapto de locura. Pues nadie sabía de las costumbres de Nélida.
En la noche el Dr. Montes comenzó a trabajar en el cuerpo, su calva cabeza se mantuvo bajo la luz de aquel reflector y las lupas, mientras sujetaba sus antejos, que tenían una pata atada con cinta adhesiva blanca, el único golpe que encontró era en su pómulo derecho y sin duda alguna ese golpe era producto del desvanecimiento, todo lo demás daba cuenta de un episodio de su enfermedad que lo llevo a la muerte, lo del dedo faltante no tenía explicación, pues aparentaba estar cortado con un elemente de filo preciso, y no encontraron el mismo en los alrededores, pero la sorpresa fue que en el cuerpo encontró una tercera huella digital, si bien la del vecino René y de la turista alemana era de esperar que estuvieran allí, la tercera huella a quién pertenecería. Su informe culminó entrada la madrugada y esa tercera huella sin dudas daría luz sobre los hechos del robo y el dedo cortado.En la mañana se dirigió a la comisaría donde se encontraba demorado René, pues hasta el momento era el único posible asesino, según el comisario lo había encontrado con las manos en la masa, pero todos sabían que el pobre comisario quería un poco de acción. De hecho de un asesinato le daba un poco de sal a su aburrida vida y si bien René era un buen hombre, no dejaba de ser el forastero del pueblo al que se le indilgaba todo tipo de cosas… El médico lo saludo muy gentilmente y el comisario le ofreció una taza de café recién hecho, charlaron como dos horas, y le explico que no hubo asesinato, que la muerte fue por la diabetes, y que lo del dedo sucedió cuando la víctima ya se encontraba muerta, que el pobre René poco tenía que ver con el deceso, también le comentó lo de la aparición de una tercera huella que sin dudas sería del ladrón de las pertenencias. A lo que el comisario agregó, seguro fue quien además le cortó el dedo a la víctima
René salió de la comisaría no sin antes tomar una taza de café junto al médico y al comisario. Y partió para su casa. Ahora el comisario tenía con que entretenerse debía averiguar de quien era esa tercer huella encontrada, y podría atrapar al ladrón. Se paró frente a la puerta de la comisaría, se subió sus pantalones y acomodo su cinto que apenas alcanzaba a cubrir el gran contorno de su cintura, su prominente estómago le impedía mantener sus pantalones en alto, sé dio palmadas en su panza, respiró hondo y entro a su oficina para comunicarse con el juez de paz, él era el único que tenía las huellas de los ciudadanos de Villa Cimera.
Desde la ventana observaba Juana Hidalgo la viuda del pueblo, una mujer de unos setenta años, quien al perder a su esposo en un inexplicable accidente había extraviado su poca cordura, pero a pesar de ella, sabía perfectamente quien se quedaba con los abrigos ajenos. Una noche sintió ruido en su granero en plena madrugada, se dirigió hasta el lugar, cuando vio a Nélida la tonta del pueblo quitarle la piel a un cordero que esa tarde había muerto y que no se pudo enterrar porque el peón se encontraba en la ciudad vecina en busca de mejores forrajes para los animales y recién volvería a la mañana siguiente. Para el pueblo fue la viuda quien le quito la piel al animal en un rapto de locura. Pues nadie sabía de las costumbres de Nélida.
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