Sentado en el sombrío
cuarto, cuando se tornaba solitario en ése, su refugio… el encanto aparecía, el
sol que con apenas luces en hilos entraba, lo trasladaba a alguna otra dimensión, una donde toda reflexión se sumía a la locura,
creando así ése su misterio más grande, el que William guardaba. Nada se sabe
de su recluida vida, pero su cuarto, él sí lo sabía, allí tras su puerta la
dimensión de los exotérico y esotérico se apoderaban de él, y sus obras se
trazaban a carrera. Nadie supo de sus intimidades.
Sólo ella lo
descubrió, al morir éste su admirado poeta, entró y al cerrar la puerta, la
oscuridad se convirtió en albor, ése que la llevo a sentir cada personaje, su
duda, su vacilación, la visión del Creador contra el hombre, su incansable y
eterna marioneta y la obstinación entre ambos, y la suma de ambos.
MERCEDES
RAQUEL ENRIQUE
BUENOS AIRES -
2004 -.
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