miércoles, 3 de noviembre de 2010

El amor a mi reina...



Hammurabi y su reinado interminable, Naboplashar, Senaherib y yo, Nebuchadnezzar hemos dado riqueza a esta querida Babilonia.
Pero el poder que da a todo hombre reinar en un pueblo tan prospero no da ni la mitad de la felicidad, que da ver feliz al ser amado, y mi amada no lo es, se lo noto en su mirada, que se pierde en la nada mirando por la ventana de su cuarto en el palacio… es como si la nostalgia de algún paisaje se apoderada de su mente, esta noche hablaré con ella, no tolero más ese aire de tristeza en su mirada que se escapa.
Llega la noche y me dirijo al cuarto pido hablar con ella y ella accede, y me dice que le hace falta vida a este palacio que las plantas y flores la harían feliz, que si además hubiese animales exóticos disfrutaría de un paisaje hermoso cada mañana al despertar.
No le prometí nada y esa misma noche hable con los ingenieros del palacio, nadie apoyaba mi pedido hasta que el más joven e intrépido dijo que era posible y comenzó la magistral obra.
Piedra sobre piedra en forma escalonada, columna y más columnas, plantas que se extendían por cada rincón, y el más monumental de los trabajos fue el canal de riego, desde el Eúfrates se tomaba el agua, y por un canal este se acercaba a palacio, dando por finalizado el primer proceso de riego artificial… La tristeza de mi reina era mucha y pensé que no llegaría con vida a ver mi regalo, pero un día con apenas fuerzas para caminar la tome en mis brazos y la lleve al ala principal del palacio y allí su rostro se iluminó al ver la obra, al fin era feliz… Cada mañana dábamos caminatas interminables por los senderos de los Jardines Flotantes de mi hermosa Babilonia y mi reina nunca más fue presa de esa tristeza que la tiraba en esa inmensa cama, apoderándose de sus encantos y energías…
Nadie sabe si en verdad existimos, pero yo les aseguro que sí, y que eso fue sólo obra del amor…

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