lunes, 15 de noviembre de 2010

He de volver al libro...


Cuando leyó ese párrafo cerró el libro, sin dudas eso de pensar más allá de su razón y sus inquietudes individuales, le causaba estupor.
Sentir que atreves de cada oración descubría a esa mujer que sabía vivía en ella, pero que tan inteligentemente ella había dormido para llevar una vida más tranquila. Sin los sobresaltos que da el sentir y mucho más aún el amar.
Sus pensamientos no superaron el labrador y el soldado que llevamos dentro, ese labrador que tan solo trabaja en pos de que la tierra le devuelva el fruto de meses de labriego, y el soldado que a fuerza de armas logra todo aquello que se le ha encomendado.
Desiste del soldado y tan solo se queda con el labrador que esperará que ese hombre del que se ha enamorado en algún momento vuelva a ella, porque ahora no sabe en qué lugar de su vida está. Su amistad la consuela pero su piel lo extraña.
Quizás en algún momento vuelva a abrir ese libro y hasta se atreva a escribir nuevas páginas, en donde el riesgo y el amor sean los protagonistas. Hoy tan sólo espera.

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